Generales Ramón Cecilio Farreras (bolivarense) y Nicoás Rolando (anzoatiguense)
Cipriano Castro que ha sido nombrado Presidente de la República
por los Concejos Municipales hasta 1907 debe enfrentar un alzamientos de grandes proporciones: la Revolución Libertadora liderada por
el banquero Manuel Antonio Matos, quien en su proclama desde el vapor de guerra
“Ban Right” al cual le ha calzado el nombre “El Libertador” se lamenta: “La
Patria gime. La Patria padece” Los
gobiernos de Gran Bretaña y Alemania apoyan virtualmente la revolución de
Matos, quien sufre su primera derrota en La Victoria. Los gobiernos de estos pises dan un
ultimato a Castro y proceden a bloquear
nuestras costas, toman el castillo de Pto. Cabello. Colombia interrumpe
relaciones debido a incursiones en su
frontera. El Vapor “Bolívar” que tiene
como sede el Puerto Fluvial de Ciudad Bolívar sufre un intento de captura en el
golfo de Paria, en vista de lo cual el Gobierno de Castro nombra al coronel
Arturo Uslar fiscal de ese vapor y jefe
de la guarnición. Ordena a la cañonera
“Miranda” la persecución del vapor “Ban Right”
(El Libertador) del General Matos.
Pero Ciudad Bolívar parece ajena a esos eventos, a juzgar por los
alegres y animados carnavales al tiempo
que el Teatro Bolívar llenaba sus butacas con la presentación de la Compañía de Variedades del ilusionista mejicano Trinidad de Soria.
Durante los carnavales, una turista inglesa se pasó
de copas y por su comportamiento hubo que ser arrestada por la Policía que
andaba muy pendientes de los hechos anormales.
Hasta una novilla sarda pintada
fue aprehendida cuando estaba a
punto de ser beneficiada por el autor del abigeo. El Inspector de policía Erasmo Inojosa puso un aviso para que su dueño fuera a liberarla previo
pago del aviso en El Anunciador
que era un diario de la tarde. En el
mismo periódico el Prelado critica a los fieles que van a la Iglesia y se lavan
la cara en las pilas de agua bendita teniendo al Orinoco tan cerca.
El Carnaval era fiesta tradicional y los bolivarenses, no la
dejarían de lado a causa de un conflicto que apenas se anunciaba. De manera que
el Carnaval de 1902 estuvo como de costumbre, divertido, especialmente con las Carreras de caballos escenificadas en
plena calle y la popular Cucaña o Palo
encebado exaltado ese año en la vena poética de M. Ramón Carrión: Nadie a subir se atreve a la Cucaña / que
un premio ostenta en la elevada cima / hasta que al fin un mozo se aproxima / y
en práctica poner quiere su maña /Ríe su gente y su valor extraña / más cuando
ve el término se arrima / con sus aplausos y su voz se anima / y la fuerza a
sus brazos acompaña / Toca el premio por fin, más un descuido / le hace caer y
el pueblo se apresura / a convertir su aplauso en un silbido / que siempre en
este valle de amargura / silban al infeliz que está caído / los que aplaudieron
viéndole en la altura/. Los
carnavales de ese año se escenificaron en La Alameda bajo los auspicios del
Presidente del Estado, Julio Sarría Hurtado. El primer día se realizaron tres
carreras: la de las damas, en distancia de 600 varas; la del comercio, 500
varas, la de los Gentleman, a 400 y la de los Vencedores (caballos triunfantes
en distintas carreras), 500 varas.
Tanto la vara (0.836 m .) como la legua eran las medidas de
longitud prevalecientes. Aún no se había puesto en práctica el sistema métrico
decimal. Lo que llevó aleducador Juan Bautista Farreras a escribir un tratado
sobre el tema.
Para participar, había que inscribirse y en la solicitud
consignar los nombres y colores de los caballos así como colores y distintivos
de los jinetes. Se realizaban apuestas en una taquilla instalada por los
organizadores del evento, cuya apertura anunciaba un toque de campaña. Una
segunda campanada era señal de que los caballos se preparaban para la partida.
El cierre de la taquilla o apuestas se indicaban con un tercer campanazo.
Ese año estallo un brote de viruela y fiebre amarilla en Las
Antillas, por lo que en la ciudad se instaló una Junta de Sanidad para ejercer
vigilancia de los buques procedentes de las islas del Caribe. El primer barco
que sufrió los rigores de las medidas fue la goleta francesa Iris, la que fue
obligada a permanecer quince días en El Degredo.
La junta de sanidad
estaba integrada por médicos casi todos de los hospitales Ruiz y Mercedes,
para entonces muy mal de recursos por lo que hubo que pedirle al artista Colon
Gómez, recién llegado para actuar en el Teatro Bolívar, una función de
transformismo a beneficio de esos nosocomios donde era más que evidente y
manifiesto el humanitarismo del personal médico y paramédico.
Aunque se veía en puertas una guerra, la ciudad no lo
demostraba y menos el Presidente del estado Julio Sarría, quien quería hacer
cosas y ponía mucho oído a las sugerencias de los notables de la ciudad, entre
ellas, la necesidad de crear la procuraduría general del estado para que el
ejecutivo tuviese quien lo representara ante los funcionarios de la
administración de justicia. Efectivamente, Sarría Hurtado dictó un Decreto de
cinco artículos el 5 de abril, creando la Procuraduría General del Estado.
Al mes siguiente, 23 de mayo, en el cuartel del capitolio,
una gran parte del Batallón Cordero, a la cabeza de su jefe de instrucción,
Capitán Ramón Cecilio Farreras, en combinación con fuerzas civiles lideradas
por Francisco (Pancho) Contaste Gerardino, quien tenía su residencia en la
llamada Casa de Tejas del Zanjón.
El presidente del estado Julio Sarría Hurtado y el
comandante del Batallón Cordero, general Ovidio Salas, resistieron con unos 200
hombres durante cinco días convirtiendo la ciudad en escenario de una
encarnizada lucha. Ya impotentes el 27 de mayo decidieron con el resto de sus
tropas abordar el vapor Masparro y retirarse a San Félix luego de varios días,
reembarcaron en el vapor Miranda hacia Trinidad, dejando al general Anselmo Zapata,
resistiendo en San Félix.
Como consecuencia de este golpe, el diario El Anunciador
dejó de circular, pero apareció el diario La
Revolución Libertadora, dirigido por Emilio Alcalá para suplir su falta. Ramón
Cecilio Farreras se declaró Jefe Civil y Militar del Estado Bolívar y nombró
como Secretario General al doctor Pablo Acosta Delgado, a quien mese más tarde
sustituyó Luis F. Vargas Pizarro.
En agosto, los bolivarenses experimentaron la primera reacción
del gobierno de castro. Los vapores de guerra Restaurador y Bolívar, comandados por el coronel Román Delgado
Chalbaud y bajo el mando expedicionario del general José Antonio Velutino
remontaron el Orinoco y en los días 20, 21 y 22 dispararon 1.300 proyectiles
explosivos sobre la ciudad causando cinco muertos, 14 heridos y dañando
seriamente numerosos inmuebles, entre ellos la Catedral, el Colegio Nacional,
los Hospitales Ruiz y Mercedes, el Acueducto y el Capitolio.
Con la sublevación de R.C. Farreras, la Revolución
Libertadora comandada por Manuel Matos, obtuvo a última hora una pieza
importante dentro del cuadro de su revolución, pero no sirvió sino para alargar
meses más una guerra que a menos de tres años se veía perdida ante la
contundencia militar de las fuerzas comandadas por el General Juan Vicente
Gómez.
Ramón Cecilio Farreras, convertido en Jefe Civil y Militar
de Guayana, era guayanés. Hijo del educador Juan Bautista Farreras y Mercedes
Franchi había nacido en Ciudad Bolívar en 1875 y estudiado en la Escuela de
Artillería fundada en Caracas por el presidente Joaquín Crespo de donde egreso
con el grado de Teniente de Artillería en 1897. Ascendido a Coronel, se
desempeñaba como Jefe Instructor de la Guarnición de Ciudad Bolívar cuando al
grito de “Mueran los Andinos” se apoderó del Cuartel de Ciudad Bolívar, se erigió en Jefe Civil y
Militar y entrego la Plaza a la Revolución Libertadora, cuyo comandante, el
General Manuel Antonio Matos lo ascendió a General el 30 de julio de 1902.